Friday, August 3, 2012

TOO MANY LITTLE LIVES! (MUCHAS VIDITAS)

My friend Aracelli and I spent the summers together in San Bartolo, a miniature Greece 50 kilometres South of Lima. Life had brought us together (birds of a feather flock together) because we were single mothers with an only child. My daughter was older and was studying in Canada, and her son Arturito was a smart ten year old who played ball close to us on the terrace overlooking a wonderful view of the ocean.


Lopong Tsechu and Lama Kalsang had paid a second visit to Lima, and we were talking about the eating habits of Tibetan lamas.
-“They can’t be vegetarian in Tibet”-I was telling her. ”They don’t have many fruits or vegetables because there is not much arable land. They take barley flour which they mix with hot tea and butter and call it Tsampa. They can eat meat.”
-“And where is compassion?”- Aracelli asked…

The closest I had been to that answer had happened the previous week. A gentleman who was also a great cook, had offered a very elegant dinner party for Lopong Tsechu. The lamas always accepted what you offered them to eat. They thanked you; and ate everything with no special preference. I even have a picture of Lopong Tsechu, the Shaman and Margarita with a chirimoya (soursap) chantilly cake which she disapproved, but they ate it anyway. I prepared soups for Lopong Tsechu , and he ate meat.


That evening the first course was shrimp soufleé nothing less. To everyone’s surprise, Lopong Tsechu refused to eat it and they had to take it away immediately. They brought the second course or entreé which was accepted.

The explanation they gave me is that you can eat beef from the supermarket and you would be eating an animal together with twenty other people, thus you share the karma; but you cannot have the sacrifice of twenty little lives in one dish just for you. They said that was too much karma.”

Aracelli loved the idea- -“Too many lives, too much karma”-she repeated in amazement. ”I think it’s outstanding, Gurusa.” I was her friend Gurusa (small guru) who was always telling her what the lamas said. She would later go to lectures and retreats with Lama Ole and would enjoy them immensely. She designed and manufactured Alpaca sweaters for export. One day she took Lama Kalsang to her shop for him to bless it so she never lacked work.
I also told her: “One thing is to buy meat from the supermarket and a very different thing to have an animal sacrificed for you sake. On the other hand there is a new generation of lamas who have not been brought up in Tibet, but in India instead, and they are vegetarian because of their environment. But you don’t have to be vegetarian either. I will tell you the story of the “tea of blood”: Kalu Rinpoche was a great Buddhist lama of Karma Kagyu lineage. He lived in the West many years, specially in France. There are many anecdotes about him.

One tells that he was once with some strict Theravada monks who were vegetarian. They were drinking tea. To their amazement and disgust they brought Kalu Rinpoche a dish with meat and he started to eat it with delight. They were amazed and asked him if eating the meat of animals did not bring bad karma. Kalu Rinpoche pointed at the cups of tea and explained that to harvest tea you had to plough the fields, you had to plant the seeds and after the plant grew you had to harvest it. In that process, the small insects which lived under the earth ended up on the surface and died, and the small beings which lived on the surface were buried and also died. As a result of tea production there was high mortality of tiny sentient beings no matter how small. Then he said:-“Instead of having a cup of tea you might as well be having a cup of blood!”
Arturito had been playing ball all the time we were talking. One week later his mom took him to have lunch to the Club Nautico in San Bartolo. She ordered rice with seafood for both of them. “No mom”- he said quickly, “Too many little lives!”



Aracelli y yo pasábamos juntas los veranos en San Bartolo, una Grecia en miniatura 50 kilómetros al sur de Lima. La vida nos había juntado por ser ladrón de la misma condición: madres separadas con hijo único. Mi hija era mayor, y estaba estudiando en Canadá, pero su hijo Arturo era un despierto niño de diez años que jugaba pelota cerca de nosotras en la terraza desde donde se divisaba una maravillosa vista al mar.

Lopong Tsechu y lama Kalsang  habían hecho su segunda visita al Perú y comentábamos sobre los hábitos alimenticios de los lamas tibetanos:
“En Tíbet  no pueden ser vegetarianos,-le decía.”No tienen muchas legumbres ni frutas. Toman harina de cebada que mezclan con té y mantequilla y lo llama Tsampa. Pero comen carne.”
¿Y la compasión?-preguntó Araceli…

Lo más cerca que estuve de esa respuesta había pasado esa semana. Había habido una cena elegantísima ofrecida por un señor que era además un gran cocinero. Los lamas siempre recibían los alimentos, agradecían y sin preferencia alguna comían de todo. Hasta tengo una foto con Lopong Tsechu, el chamán y Lama Kalsang con una torta de chirimoya y crema chantilly que Margarita desaprobó pero igual se la comieron. Yo le preparaba sopas a Lopong Tsechu, pero carne si comía.

Esa noche habían preparado de entrada nada menos que soufflé de camarones. Ante el asombro general, Lopong Tsechu se negó a comerlo y rápidamente hubo que retirar el plato y pasar al segundo plato que sí fue
aceptado.

“La explicación Ari, es que te puedes comer una vaca entre veinte y así el Karma se reparte. Pero no puedes tener  veinte viditas sacrificadas en un solo plato. Dijeron que eso era mucho Karma.” A Araceli le encantó la figura “muchas viditas, mucho karma”-repitió asombrada.”Es notable Gurusa”

Yo era su amiga la Gurusa, que siempre estaba contándole lo que decían los lamas tibetanos. Más adelante iría conmigo a los retiros y lo disfrutaría muchísimo. Ella diseñaba y confeccionaba suéteres de alpaca para la exportación y le habíamos llevado a lama Kalsang a su taller para que se lo bendijera para que nunca le faltara trabajo.

“Además”-le dije,”una cosa es comprar animales sacrificados del supermercado y otra muy diferente que sacrifiquen a un animal en nuestro honor. Por otro lado hay una nueva generación de lamas que han sido criados no en el Tíbet, sino en la India y sí son vegetarianos por influencia del medio.”

“Pero tampoco hay que ser vegetariano. Te voy a contar  la historia del té ensangrentado: Kalu Rinpoché era un gran lama Budista del Linaje Karma Kagyu. El vivió en occidente muchos años, especialmente en Francia. Se cuentan muchas anécdotas de él.
Una cuenta que estaba una vez con unos monjes Theravada que eran vegetarianos. Ellos estaban tomando té. Para asombro y disgusto de ellos, a Kalu Rinpoché le trajeron un plato con un bistéc y él empezó a comer la carne con mucho deleite. Ellos estaban muy asombrados y le preguntaron si consumir carne de animales no traía mal karma. Kalu Rinpoché señaló las tazas de té y les explicó que para cosecharlo, los campos debían ararse, había que plantar las semillas de té y luego que la planta creciera, cosecharlo. En ese proceso, los pequeños insectos que viven debajo de la tierra terminaban en la superficie y morían; y los pequeños seres que habitaban en la superficie terminaban enterrados y morían. Como resultado de la actividad de producción del té había una tremenda mortandad en seres pequeños, pero sintientes al fin. “Entonces”-les dijo-“en vez de tomar té¡ Igual sería que tomaran una taza de sangre!”

Arturito había estado todo el tiempo jugando con su pelota, pero una semana después su mamá lo llevó a almorzar al club Náutico de San Bartolo. Ella le pidió un arroz con mariscos.

“No mamá”-le dijo rápidamente- “¡Son muchas viditas!”

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